La Boca
Se cumple el 45° aniversario de la muerte de Benito Quinquela Martín (1890-1977), el artista multifacético que transformó el barrio de La Boca, su aldea, su lugar en el mundo.
Se supone que pudo haber nacido el 1 de Marzo de 1890, pues a ciencia cierta fue abandonado el 20 de Marzo de 1890 en la Casa de Niños Expósitos, un orfanato con una nota que decía «Este niño ha sido bautizado con el nombre de Benito Juan Martín». Se encontraba con ropas de buena calidad. Por su forma física, se dedujo que habría nacido 20 días antes, por lo que se fijó aquella fecha para su cumpleaños.
Sus primeros siete años los vivió en un asilo de San Isidro, entre los delantales grises y hábitos negros de las Hermanas de Caridad. Una infancia triste y solitaria donde prevaleció el encierro. Sin embargo, su carácter no se vio alterado por estos hechos, siempre fue alegre y compasivo y sus actitudes eran agradables. A pesar de todo el asilo era amplio y limpio, la comida nunca faltaba. Luego fue adoptado por Manuel Chinchella y Justina Molina, y él adquirió el apellido de su padre adoptivo (que luego sería fonetizado como «suena» en el italiano, al castellano como Quinquela).
Con su nueva familia vivió un tiempo en Olavarría (Provincia de Buenos Aires) y después regresan a Capital y se instalan en el barrio de La Boca.
A los 14 iba a una escuela nocturna de pintura en la Sociedad Unión de La Boca, allí su maestro fue Alfredo Lazzari, pintor que le dio sus primeros conocimientos técnicos sobre el arte. Con 17 años entra al Conservatorio Pezzini Stiatessi, donde estudia hasta 1920. En esa academia conoció a Juan de Dios Filiberto y otros colegas con quienes se relacionaría durante toda su vida.
Trabajaba en una carbonera del barrio después del trabajo iba a alguna biblioteca para intentar cubrir la carencia de educación formal. De toda la literatura que leyó la que más le impactó fue “El arte” del escritor Augusto Rodin, de esas enseñanzas Quinquela extrajo: «Pinta tu aldea y pintaras el mundo», nunca se apartó de este dicho. Su aldea sería el barrio de La Boca, sus vecinos y el puerto.
Falleció en la habitación 107 del Instituto del Diagnóstico a causa de una complicación cardíaca. Sus restos fueron velados en su casa y estudio de toda la vida y lo enterraron en un ataúd fabricado por él años antes porque decía «que quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en una caja lisa». Sobre la madera que conformaba el ataúd estaba pintado una escena del puerto de La Boca.
El empresario de pompas fúnebres Federico Cichero relató una vez: Quinquela escribió una carta a mi padre en 1958 solicitando que le realizara un ataúd que él después pintaría y así se hizo. Como las manijas se descascaraban porque no tomaban la pintura, las cambiaron por una especie de baranda de madera. A raíz de varias inundaciones, por las cuales ingresó el agua, el féretro quedó flotando muchas veces, debiendo ser restaurado por el pintor. En el interior del féretro pintó la bandera argentina, porque quería descansar directamente sobre la madera, y sobre nuestro símbolo patrio. El pidió ser sepultado, pero su esposa prefirió colocarlo en un nicho, en Chacarita. Después de unos años, se le hizo un mausoleo, al lado del de Sandrini y cuando lo trasladaron allí, el féretro estaba destruido por una filtración que hubo en el nicho. Yo me llevé una manija de recuerdo, y el Administrador del Cementerio me pidió permiso para llevarse la parte de la tapa, donde Quinquela había pintado un barco.