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En la ciudad de Buenos Aires se recicla el 46 por ciento de las 6.000 toneladas de residuos que se generan cada día, lo que se logra con el trabajo de unos 15.000 recicladores urbanos y la recepción de desechos recuperables en los puntos verdes del gobierno porteño, aunque aún restan por cumplirse las metas de la Ley de Basura Cero.
Ese número podría ser aún superior ya que el 39 por ciento de los residuos que llega a los rellenos puede reciclarse, según un estudio realizado por la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) junto con la Facultad de Ingeniería de la UBA (Fiuba).
Para que los desechos recuperables -plástico, papel, cartón, vidrio, metal y tergopol- puedan reciclarse, deben estar limpios y secos, por lo que resulta fundamental la separación en origen, que es obligatoria para todos los generadores de residuos según la ley 1.854.
Además, según la resolución 1.444 de agosto de 2014, es obligatorio tener en cada hogar contenedores diferenciados para los residuos húmedos y secos.
En las comunas de la ciudad hay 32 puntos verdes instalados por el gobierno porteño en los que se reciben reciclables limpios y secos; además, el Ministerio de Ambiente calcula que unos 4.500 recuperadores urbanos agrupados en 12 cooperativas recorren la ciudad cada día, mientras que la Fauba estimó que son en total unos 15.000, incluyendo los que no son cooperativistas.
«Todos aquellos residuos que no se mandan al relleno sanitario tienen diferentes tratamientos; algunos van a la planta de áridos, otros son tratados por cooperativas de recuperadores urbanos y otros materiales reciclables van a la planta de Tratamiento Mecánico Biológico”, explicó a Télam una vocera de la cartera ambiental.
La ley 1.854 de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos, más conocida como Ley de Basura Cero, vigente desde 2007, tiene como objetivo la eliminación progresiva de los rellenos sanitarios y con este fin establece un conjunto de pautas, principios y obligaciones, como la separación selectiva, la recuperación y el reciclado, y dispone metas concretas a cumplir en el tiempo.
Con la reglamentación, esa norma determinó que en 2010 se debían reducir en un 30 por ciento los residuos enviados a los rellenos sanitarios, en 2012 un 50 por ciento, en 2017 un 75 por ciento, y que para 2020 “se prohíbe la disposición final de materiales tanto reciclables como aprovechables”.
Sin embargo, según el último informe del Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño, «en 2015 se logró reducir en un 46 por ciento los residuos que se entierran en los predios de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse)», por debajo de la meta establecida para 2012.
En cuanto a la meta anterior, según la cual en 2010 se debían enviar a los rellenos del Ceamse un 30 por ciento menos de residuos, un informe de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba) reflejó que ese año la reducción fue sólo de un 20 por ciento.
«Gracias a una serie de medidas para cumplir con el compromiso asumido por la ley conocida como Ley de Basura Cero, ya logramos una importante reducción de los residuos que se envían a los rellenos sanitarios. Nuestro desafío es lograr una Ciudad cada vez más limpia para que todos podamos disfrutarla», dijo al respecto Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad.
La necesidad de reducir la cantidad de residuos que llegan a los rellenos sanitarios reside en que «hay una limitación cada vez más grande en cuanto al espacio. En el mundo crece la población y aumenta la proporción de población urbana, que hoy es del 50 por ciento», explicó por su parte la profesora de ecología de la Fauba María Semmartín, y completó: «Además, vivimos más años y con mejor calidad de vida, por lo que consumimos más cosas y generamos más residuos».
La especialista destacó que a medida que la población urbana crece “la sociedad ha ido encontrando nuevas tecnologías” para mejorar el manejo de residuos.
«Con las incineraciones (que se hacían en Buenos Aires hasta mediados de los años 70), el principal problema eran las emisiones de gas, y con los rellenos sanitarios, que si bien es uno de los métodos más amigables con el ambiente no es inocuo, es el espacio, ya que las ciudades se van expandiendo y siempre hay poblaciones cercanas», añadió.
«La clave es generar menos y reciclar, las tecnologías están pero es muy necesario un cambio de hábitos», sostuvo.
Semmartín explicó que aún los residuos que llegan a los rellenos pueden ser aprovechados, ya que con su combustión se puede generar energía eléctrica.
«El insumo es el biogás, que es el resultado de la fermentación de esos residuos», explicó.
Generar energía eléctrica a partir de los desechos tienen un doble beneficio para el ambiente, ya que “el efecto invernadero tiene que ver con la quema de combustibles fósiles”, que son el insumo más común para la generación de energía eléctrica.