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Ser bombero es un estilo de vida, algo que va más allá de las sirenas y unidades desplegándose por las calles para apagar un incendio. El deber autoimpuesto y la responsabilidad de decenas de personas que cumplen funciones en el centenario Cuartel de Bomberos Voluntarios de La Boca es admirable. Un equipo de Crónica acompañó durante toda una jornada la operativa del lugar, ubicado en pleno corazón del más antiguo de los barrios porteños. Cualquiera de los que allí ocupa un rol merece ser llamado héroe, porque ofrece su vida a cambio de nada. Una figura reconocible por su trabajo en los medios es José Pepe Monje, recordado por telenovelas como “Pelito” o películas como “La noche de los lápices”. Con su uniforme impecable, ofrece una visita guiada y una buena charla.
– ¿Cómo llegaste a los Bomberos?
-Nací en Barracas, a diez cuadras de acá, me crié en este barrio. Un día estaba haciendo funciones en un teatro aquí cerca y surgió todo el tema de bomberos, a mí me parecía un mundo romántico, como una pelea de otro tiempo, y lo quería mostrar desde la ficción, desde la actuación que es desde donde mejor podía contarlo. Se fueron sucediendo situaciones y terminé muy pegado a este mundo. Hablé con la gente del cuartel y mas allá de lo que me podía dar a mí personalmente, creo que yo podía aportar desde lo comunicacional. Funcionó tanto que la gente piensa que dejé el escenario y me dediqué exclusivamente a los bomberos. No es así, esto es un voluntariado, todo el mundo trabaja en otra cosa. Tengo compañeros que son choferes de colectivos, chefs, maestros.
– ¿Qué te aporta este mundo?
– Hace tres años pateé el tablero respecto de la actuación, entré en conflicto y me separé bastante del escenario. Yo pensaba que no se ponía el cuerpo como se decía que se ponía. Era algo personal, no le estaba poniendo el cuerpo como tenía que hacerlo. Hoy vuelvo al teatro y se despertó nuevamente esa pasión que creía que estaba anestesiada o que ya no la podía vivir más. Durante todo este tiempo el cuartel cubrió eso, esa adrenalina, salir a escena, con la diferencia de que aquí no hay ficción.
-¿Cuál fue el incendio que más recordás?
-El de un conventillo, terminé viendo cómo se consumía totalmente, pude entrar y ver el efecto del fuego. Me impresionaron mucho los restos y tratar de imaginar qué era todo aquello. Los álbumes de fotos, ver el daño, la temperatura, entender que esas cosas ya no servían para más nada. Es fuerte porque en la calle estaban las personas que ocupaban ese espacio y ya no lo tenían. El de bombero es un trabajo en el que sabés que las personas la están pasando mal. Y el tema de los pibes es muy fuerte.
– ¿Te preguntaste alguna vez ‘qué hago acá’?
– Tenés que evitar ese pensamiento, concentrarte en la emergencia. Si surge una duda, un compañero te ayuda.
-¿Tienen puntos en común salir a escena y a una emergencia?
-Son mundos totalmente diferentes, pero cuando se acciona la chicharra de pre-alarma hay algo, que es natural, un impulso de salir hacia adelante. Cuando voy a salir a escena es similar. El cuerpo me impulsa hacia adelante. No analizo ni cuestiono si mi espacio es éste o el escenario de un teatro, cuando sucede me sumo.
– ¿Qué dicen tus compañeros?
-No entienden mucho. Ni yo lo entiendo. Recién estoy elaborando mi distancia con el escenario. Cuando entré acá había sucedido lo de Iron Mountain, era todo muy reciente, la pérdida de esos diez bomberos, más los dos que se suicidan después. En lo afectivo fue muy duro, es muy duro, perdí cosas al poner tiempo acá, un lugar en el que hay que ponerle el cuerpo y la cabeza. Hubo una demanda y es entendible.
-¿Repensaste, trabajando acá, el tema tu relación con la muerte?
-El ser humano tiene una cosa especial con la muerte, somos mortales. No pasa por estar en el cuartel, por ahí vas caminando y se te cae un piano en la cabeza. Cada vez que salimos a una emergencia estamos en peligro. Se está trabajando en un depósito en el que no hay víctimas que rescatar, se derrumba una pared, se cae de una forma que no debería caerse y se lleva a nueve personas en segundos. Le tengo mucho más miedo al escenario que a estar acá.
– ¿Lo hablaste en terapia a eso del miedo al escenario?
– No lo hablé, yo creo que pasa porque ese lugar es un espacio que jamás me ha traicionado, en el escenario no hay vuelta para atrás, no puedo poner pausa y hacer todo de nuevo. Nada me pone más en jaque que el escenario. Y ahora vuelvo y tengo que justificar estos tres años de ausencia.
– Hablemos de tu vuelta ¿qué es “Patova”?
-El personaje pelea con sus fantasmas, yo con los míos, unimos la lucha y es como lo mismo. El autor hace un par de obras me venía buscando. Me propuso leerme la obra en mi casa, me encantó, esa noche conseguimos director, al otro día, teatro; al día siguiente, un productor; y a los cinco días, fecha de estreno. Vuelvo al mismo escenario que dejé la última vez.
fuente: ww.cronica.com.ar