El conflicto no es nuevo. Comenzó en 2006 cuando la ministra de cultura del gobierno de Jorge Telerman, Silvia Fajre, firmó un decreto a través del que se dictó una orden de desalojo de la Sala.
La resolución informaba que debían abandonar el Centro Cultural, sin especificar a dónde se trasladarían las actividades. La situación no cambió con la llegada de Mauricio Macri a la Ciudad. Su ministro de Cultura (y Turismo), Hernán Lombardi, ratificó la medida de su antecesora. Esto provocó que profesores y estudiantes convocaran a varias manifestaciones y protestas artísticas.
Entonces se presentó un recurso de amparo, cuyo fallo en primera instancia indicó que hasta que se dicte sentencia definitiva, la Sala debía permanecer en su actual ubicación, pero con la condición de que se realicen, en un plazo de 30 días, las refacciones necesarias. Se aclaró además que en caso de no permanecer en el mismo espacio, el traslado debía ser a un sitio con iguales características.
Pero pasó un año y el gobierno porteño no realizó los trabajos previstos, no trasladó las actividades a salas similares, no apeló el dictamen. En cambio, sí ordenó el cierre de la sala, prohibiendo la realización de cualquier tipo de actividad hasta que se lleven a cabo las refacciones. También disolvió la Cooperadora Amigos de la Sala Alberdi, que permitía a pesar de todos los obstáculos el funcionamiento de los cursos y las obras.
Durante 2009 no hubo más programación de espectáculos, se redujo la cantidad de talleres, como así también el número de asistentes (algunos pasaron de 30 estudiantes a tan solo cuatro). Se reordenaron las salas, por lo que los pocos cursos que se dictan lo hacen en diferentes lugares, y a veces las clases de un mismo curso se realizan en varias series. Además, recién en marzo de 2010 se pagaron los sueldos de todo el 2009.
Uno de los responsables de este retroceso en el funcionamiento de la Sala Alberdi es el actual Director General de Enseñanza Artística, Marcelo Birman, quien se dedicó a desandar lo avanzado en gestiones anteriores
Birman es, en este conflicto, el representante del gobierno porteño que está negociando con los estudiantes y ex estudiantes que permanecen en la toma.
La Sala Alberdi más de una vez funcionó como lugar de ensayo y salón de actos de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático y del Conservatorio Manuel de Falla. Se realizaron también ciclos de obras de teatro para escuelas.
Ante estas irregularidades, se convocó a una nueva movilización el martes pasado, 17 de agosto, la tercera en veinte años de historia de la Sala. Y ante la falta de respuestas, los estudiantes resolvieron directamente tomar la Sala Alberdi, lo que generó diversas reacciones.
Por un lado, la solidaridad de muchos artistas; pero por el otro golpes, como los que recibieron dos de los participantes de la marcha cuando quisieron ingresar al centro cultural y fueron agredidos por una mujer y un hombre que entraron al edificio (pero que no son trabajadores, ni personal de seguridad del lugar).
Además, se les iniciaron contravenciones a una de las abogadas que presentó el amparo años atrás, a dos profesores que dictaban cursos en la Sala, y a cinco delegados de los estudiantes.
A su vez, se los amenaza con presentarles una denuncia penal. Como si esto fuera poco tanto la directora del Centro Cultural como el gerente administrativo (vale recordar, la Sala Alberdi no depende del Centro Cultural sino de la Dirección General de Enseñanza Artística) ordenaron al personal de seguridad que les apague la luz y les cierre los baños.
Pero la toma también generó que desde el gobierno porteño apuraran las negociaciones (o sea que antes ni existían), y les presentaron cuatro propuestas. Algunas inviables (dictar cursos a contraturno en escuelas y centros culturales) y otras que requieren obras en nuevos edificios, lo que no solo demora la situación, sino que además no son una garantía, ya que esta gestión se especializa en iniciar obras que no se terminan porque las empresas constructoras abandonan por la mitad el trabajo ante la falta de pago (un claro ejemplo son las obras iniciadas en los últimos pisos del Centro Cultural).
De todos modos, los estudiantes y ex estudiantes presentaron una contrapropuesta. Piden que vuelva a funcionar la Cooperadora, que se garantice la realización de al menos 16 talleres y que el acuerdo sea firmado por el mismo Lombardi, entre otros puntos. Además, aceptaron dos de las propuestas del gobierno, utilizar el auditorio del Museo Larreta y las instalaciones de un edificio, ubicado sobre la calle Perú (este último requiere de algunas refacciones).
Ahora los estudiantes están a la espera que Birman se reúna con ellos para resolver el conflicto, aunque la solución será provisoria, ya que quien tendrá la palabra final sobre si reabren la Sala Alberdi es la justicia, cuyo fallo se espera para los próximos diez días.
Lo que es seguro es que no se levantará la toma hasta que haya un acuerdo concreto y creíble.