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Los vecinos que van por la refundación del barrio de La Boca

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Publicado: 17 / 05 /2016

Los vecinos que van por la refundación del barrio de La Boca

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Caminito es, según una aplicación basada en datos compartidos en Google, uno de los diez lugares más fotografiados del mundo. “La Boca tiene la incidencia de turistas más grandes de toda la Ciudad”, dice el vecino e historiador Diego Barovero. “El 80% de los turistas que llegan a Buenos Aires visitan nuestro barrio. No hay un tipo en el mundo que no haya venido al menos una vez a La Boca”.

Son las once de la mañana de un viernes y en el bar La Perla, Diego Barovero y otros vecinos también reconocen algo que consideran no funciona o debería mejorar: el promedio de estadía de un turista en Caminito oscila entre los 15 y 45 minutos. “Es que el barrio se quedó, se oscureció”, dice Carlos Milanesi, presidente del cuartel de Bomberos de La Boca, el primer cuartel del país. “No encontramos la mutación que sí vivieron San Telmo o Barracas. El barrio está olvidado”.

Los vecinos recuerdan las épocas doradas de La Boca: cuando había 11 bancos, casas de cambio, galerías de arte, fábricas y el puerto que le generaban trabajo al vecino, 30 o 40 cafetines y cantinas, diez pizzerías, un cine donde los cineastas querían estrenar sus obras, artistas que instalaban sus talleres en el barrio y Boca Juniors era un club donde los nenes de los conventillos practicaban deportes y podían ducharse con agua caliente. “Es como que un tsunami arrasó todo, pero quedaron vivos algunos valores”, comenta Víctor Fernández, director del Museo de Bellas artes Benito Quinquela Martín, que recibe 400 pibes a diario. “No es cuestión de dinero. Es creatividad, ganas y respeto a esos valores”.

La Boca perdió mucho, pero aún le queda lo más importante. Ciento doce instituciones barriales convencidas de que todo lo que existió se puede recuperar. “Estamos dando la transformación. Nos juntamos para mostrar que estamos acá, que somos muchachos que representamos al barrio y desde nuestro lugar podemos ayudar a que todo mejore, porque las conocemos. Pero necesitamos el acompañamiento del Estado”.

Las ideas, en general, giran en torno al turismo. En la zona de Caminito, de los sitios más fotografiados del mundo, no hay un hostel o un hotel. Y tampoco nadie incitó a que los visitantes duerman en los conventillos, como ocurre en las favelas brasileñas, generando un ingreso. Los vecinos, durante la charla con Clarín, afirman que los comercios cierran a las 18, y después no queda nadie. Por eso proponen, sueñan, con un polo gastronómico y de bares alrededor de la plazoleta de los Bomberos. Que el turista coma y beba como lo hace en Las Cañitas, Palermo o San Telmo, pero con la esencia del barrio presente. Que en las cantinas (las pocas que quedan abiertas) haya shows de tango y, por qué no, de murga, ya que el barrio cuenta con “Los amantes de La Boca”, la mejor murga de Buenos Aires. Y luego pueda, de noche, sacarse una foto con el puente Avellaneda de fondo. También añoran un ferry que una Puente La Noria y La Boca por el Riachuelo, reemplazando a los colectivos de línea.

Pero los vecinos que van por la refundación del barrio, además de proponer, hacen. Carlos Milanesi habla de la campaña “Lo podemos evitar”, nacida a partir de los numerosos incendios en conventillos del barrio: “Son relevamientos y capacitación del vecino para la evacuación y uso de matafuegos. También revisamos tableros, sabiendo que son la principal fuente de incendios”. En muchos casos, cambiaron tapones por térmicas. Los conventillos llegan a 260, aproximadamente. Los Bomberos hacen el mismo trabajo en los asentamientos del barrio.

En La Boca se habla de chicos “callejeros”. No son niños de la calle; se trata de pibes que se crían en las esquinas y potreros, ya que en las piezas de los conventillos no hay playstation, ni computadoras, ni teles, y a veces, ni una cama para cada hermano. “Los juntamos en el museo y empezamos a darles charlas para transmitirles la historia del barrio”, afirma Víctor Fernández, director del Quinquela Martín. “Les hablamos de la convivencia del arte con la vida cotidiana y del enriquecimiento del encuentro cotidiano, de la relación institución-vecino, del ejercicio de la solidaridad que reina en el barrio desde la llegada de los primeros inmigrantes, de la identidad de nuestras calles, y que La Boca es nuestra”. Fernández también estuvo a cargo de una actividad que, según él, no alcanzó a hacer Quinquela, y era uno de sus sueños. En un aniversario pasado, los niños del barrio pintaron los adoquines de colores, seguido de una barrileteada.

fuente: www.clarin.com






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