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Un mosquito gigante a pocos metros de la estación Parque Patricios de la línea H del subte atrajo la atención de grandes y chicos. Desde colectivos, motos, bicicletas y automóviles, la gente le sacaba fotos con los celulares a la enorme escultura de patas largas con manchas blancas, que ayer a la mañana ayudó a que la gente que pasaba por la esquina de la avenida Caseros y Monteagudo se interiorizase sobre el dengue.
El aumento sostenido de la infección en la ciudad de Buenos Aires, con episodios en todos los barrios y alta demanda en los consultorios para casos febriles que abrieron los hospitales porteños, preocupa a los especialistas.
«Como en este momento el dengue es un asunto álgido, encontramos esta manera para difundir qué puede hacer la población en sus casas para eliminar el mosquito transmisor del virus», explicó Gladys Moyano, trabajadora social y titular de relaciones institucionales de la Comuna 4.
De pronto, empezó a sonar la cumbia del dengue a todo volumen desde los parlantes del gazebo de los organizadores de la 3a Jornada de Hábitos Saludables, entre ellos los hospitales Sardá, Udaondo, Muñiz, Penna, la Defensoría del Pueblo, la Dirección General de la Mujer de la comuna y los Talleres de Rehabilitación en Salud Mental porteños.
El mosquito gigante que cedió el Museo Bernasconi fue un motivo de parada obligada para las maestras a cargo de los chicos de los jardines de infantes del barrio que volvían del área de juegos del parque o que se acercaron para ver la escultura del Aedes aegypti con fines didácticos. «Me preocupa por lo que escucho y por la cantidad de gente que veo en el hospital cuando voy. Hay que tomar conciencia de la importancia de la limpieza. Pero me parece que, aunque está la información, falta comprender realmente de qué se trata el dengue», contó Mary, que estaba con su hija de 2 años.
A unas cuadras del parque, donde vive, están preocupados por la suciedad y el agua acumulada en dos casas. Una, en Pedro Chutro, entre Zavaleta y Monteagudo, y la otra, una construcción abandonada, a la vuelta, en Lagos 2967, donde viven otras familias. «No sabemos a quién llamar para fumigar porque hay muchos mosquitos», dijo Mary.